MI HIJO NO QUIERE COMER ¿QUE PUEDO HACER?
A día de hoy nos encontramos un alto porcentaje de niños con dificultades a la hora de comer y de probar nuevos alimentos, la pregunta ¿Por qué mi hijo no quiere comer? es muy recurrente en las familias. que esto ocurra al fin y al cabo es normal, sobre todo en los primeros años de vida, y se puede alargar hasta los 7 años de edad.
En el Centro Nutrieat abordamos este tipo de casos de manera integral, tanto desde el punto de vista nutricional como psicologico. Es por ello que hemos enfocado este artículo desde ambos aspectos. Esperamos os sea de ayuda.
Los niños adoptan comportamientos neofóbicos (miedo a probar cosas nuevas) y se vuelven muy selectivos a la hora de decidir lo que les gusta y lo que no. Dentro de esta variedad limitada, suelen excluir las frutas y los vegetales.
Neofobia alimentaria ¿Qué es y cuáles son las causas?
Cuando hablamos de neofobia alimentaria nos referimos al trastorno que restringe la alimentación de nuevos alimentos a causa de un miedo irracional. Si lo pensamos al final es algo natural y muy adaptativo del ser humano, el hecho
de rechazar situaciones desconocidas por parecernos peligrosas.
Para explicarlo mejor, si nos encontramos que un alimento que solemos comer, huele distinto o tiene otro color ¿Verdad que desconfiaremos de que esté bueno?, pues a los niños les sucede lo mismo. Al introducir un alimento desconocido esa inseguridad es fácil que aparezca, y a esto se le conoce como palatabilidad negativa, presuponer que los alimentos nuevos son desagradables.
Las causas de este trastorno pueden ser varias, como la predisposición genética, los estilos cognitivos, el tipo de personalidad del niño, pero sobre todo la idea de supervivencia (la activación de la defensa para evitar una intoxicación).
Además, aquí le podemos sumar que ya hayan podido vivir una situación desagradable al probar un alimento nuevo, como náuseas, vómitos, sentirse presionados a acabarse la comida a la fuerza, entre otras. Ante estas situaciones, el niño puede construir la asociación, que con todos los alimentos nuevos, le va a suceder lo mismo.
¿Cómo actuar si tu hijo se niega a comer o probar nuevos alimentos?
Si un niño presenta neofobia alimentaria, es fácil que lo podamos identificar ante la negación clara con un “no”, pero a veces no tienen las herramientas para manifestarlo y se puede presentar con nerviosismo, eccemas en la piel, beber grandes cantidades de agua, lloros o berrinches…
Es importante que aquí el adulto mantenga la calma por difícil que pueda resultar a veces. Es primordial no mostrar enfado cuando lo rechace y tampoco castigarlos.
Puede ser beneficioso que en casa se coma de todo, normalizar la variedad de alimentos, comer todos los miembros de la familia juntos y el mismo tipo de alimentos. El niño si ve que sus padres comen reiteradamente ese alimento que les parece peligroso, pueden llegar a aprender que no lo es.
También nos vamos a encontrar que si conseguimos que el niño pueda probar algo distinto a lo de siempre, nos diga que no le gusta, es algo normal porqué es nuevo, y puede que llegue a necesitar probarlo hasta diez o quince veces para normalizar en su repertorio de sabores y lo pueda identificar como familiar. Así que la alimentación por repetición es una buena solución.
Otra de las soluciones es implicar a los niños en la compra, en la cocina y poder crear platos visualmente atractivos. Cada vez que vayáis a comprar, que pueda elegir un alimento nuevo que le apetezca probar, en la cocina que se sienta partícipe haciendo tareas sencillas, y que la presentación de los platos que puedan tener formas o ideas que ellos hayan propuesto, les puede ayudar a decidirse a comer.
¿Por qué mi hijo no quiere comer? Aspectos nutricionales.
Uno de los motivos habituales por los que los padres acuden a la visita de una nutricionista es por la preocupación que tienen porque sus hijos no quieren comer o son selectivos con los alimentos.
Puede ser agotador sentarnos a la mesa cada día y enfrentarnos al rechazo constante de nuestro hijo hacia la comida. No saber cómo ayudarle y esa sensación de que “algo no estamos haciendo bien”, puede generar una gran frustración y ser una fuente de estrés. Pero queremos deciros que no estáis solos/as. Esto es más común de lo que pueda parecer.
Cómo influyen las experiencias negativas en la relación con la comida
Es fácil pasar por alto cómo ciertas situaciones alrededor de la comida pueden marcar a un niño, pero lo cierto es que estas experiencias a menudo dejan una huella que influye en su actitud hacia ciertos alimentos. Aunque no siempre lo notemos, estas vivencias pueden ser el origen del rechazo que vemos a diario en la mesa. A continuación, vamos a explorar algunas de las situaciones más comunes que pueden haber contribuido a este rechazo.
- Experiencias físicas desagradables
Si alguna vez tu hijo ha sentido náuseas, ha vomitado o incluso ha tenido dolor de estómago tras comer algo, es normal que lo relacione con ese alimento y lo evite en el futuro. Por ejemplo, si vomita tras probar una fruta nueva puede relacionar tanto el alimento en sí como el sabor, textura o el color del alimento con la experiencia desagradable y que desde entonces se genere un rechazo automático. Incluso si el malestar fue causado por otro motivo (como que se haya dado durante un proceso de gastroenteritis). Aunque para nosotros sea fácil distinguir entre una coincidencia y la causa real del vómito, para ellos no lo es.
- La presión a la hora de comer
Muchas veces, sin querer, los adultos caemos en la tentación de usar frases como “si no comes esto, no hay postre” o “tienes que comerte todo el plato o no podrás irte a jugar”. Aunque nuestra intención sea motivarlos, para ellos estas palabras pueden convertirse en una fuente de estrés.
A la larga, esa presión puede acabar haciendo que vean las comidas como un momento de tensión, es decir, como algo que tienen que superar en lugar de disfrutar.
- Las emociones de los adultos
Como ya habréis notado los niños son auténticas esponjas emocionales. Si sienten que estamos frustrados, ansiosos o enfadados porque no comen, eso también influye en cómo se sienten respecto a la comida. Un suspiro, una mirada de cansancio o un comentario como “¿otra vez no vas a comer?” puede parecer insignificante para nosotros, pero en ellos puede reforzar la idea de que no están cumpliendo nuestras expectativas.
- El ambiente en la mesa
El ambiente también juega un papel importante. Si las comidas son caóticas, o si hay distracciones como la televisión o la Tablet, es más difícil que el niño desarrolle una relación positiva con la alimentación. Comer debería ser un momento de tranquilidad y donde poner los cinco sentidos.
¿Cómo os podemos ayudar desde la consulta de nutrición?
- Desde la consulta, trabajaremos con las familias para buscar formas creativas y adaptadas a su día a día para reintroducir los alimentos que generan rechazo. Esto puede incluir cambios en la presentación, como ofrecerlo cortado de manera diferente, combinado con otros alimentos que sí acepte o buscando nuevas formas de prepararlo.
- Lograr que la hora de la comida sea más relajada y positiva. Una estrategia clave es ayudar a los padres a crear un entorno donde el niño se sienta libre de elegir cuánto y qué comer dentro de lo que se ofrece, sin presiones. En lugar de frases como “¡tienes que comer esto!”, proponemos decirles cosas como “Esto está aquí por si te apetece probarlo”. Y dar el ejemplo disfrutando tú mismo del alimento sin insistir.
- Por supuesto, nos enfocaremos también en la alimentación del entorno familiar, ya que el ejemplo de los adultos juega un papel importante. Cuando los niños ven a sus padres disfrutar de un alimento de forma natural y sin presiones, esto puede despertar su curiosidad y motivarlos a probar nuevos sabores, aunque sea a su propio ritmo.
- En las consultas de seguimiento, el papel de la nutricionista es ayudar a las familias a identificar qué dificultades están encontrando al llevar a cabo las recomendaciones y asegurarnos de que sean conscientes tanto de los avances de sus hijos como de los suyos propios. Este proceso mejora si trabajamos en equipo con la psicóloga, quien acompaña a las familias en gestionar las emociones que puedan surgir, como la frustración o la ansiedad. Juntas buscamos ajustar las pautas, reconocer logros y motivarles para seguir avanzando, siempre desde un enfoque empático y respetuoso.
En consulta, trabajaremos juntos para establecer rutinas claras que hagan de las comidas un momento más tranquilo y consciente. Por ejemplo, una de las recomendaciones podría ser crear un espacio libre de pantallas. Esto ayuda a que tanto niños como adultos estén más presentes, puedan conversar entre ellos y disfruten del momento. Será importante proponer cambios que realmente sean factibles. Por ejemplo, si las pantallas son muy habituales, se puede empezar por apagar pantallas solo en una de las comidas del día y convertirla en un tiempo especial en familia.